No muy lejos de la realidad, la incidencia de la enfermedad en los países desarrollados alcanza cifras especialmente sensibles, donde resulta imposible no verse afectado de forma directa o indirecta con la detección habitual de nuevos casos entre familiares, allegados o vecinos.
La enfermedad más relacionada con la presencia de cientos de contaminantes ambientales y nuestros hábitos inmersos en un estado sedentario total, dietas cada vez mas procesadas, inmovilidad física, entre otras, es el cáncer.
Las investigaciones científicas relacionan nuestros hábitos con una mayor probabilidad de desarrollar cáncer. Los hábitos dietéticos de cada persona van a beneficiar o perjudicar en un proceso canceroso. La tierra nos brinda muchos alimentos, de los cuales muchos de ellos nos aportarán sustancias beneficiosas para darles un puntapié a la enfermedad.
Cuando se presenta la enfermedad los facultativos transmiten al paciente poca información entorno a su alimentación y sumando nuestro malestar a nivel físico, mental y emocional somos incapaces de pensar más allá de nuestro propio paladar dando por hecho que “lo que bien me sabe, bien me sienta”, y flaqueando permanentemente frente a la azucarada y grasienta publicidad que nos rodea en detrimento de nuestra salud y la de los nuestros.
Afortunadamente en este país somos seguidores de la dieta mediterránea, que junto a la dieta japonesa y la hindú, se consideran las dietas llamadas anticáncer. La intención en este post es dar a conocer las sustancias que contienen algunos de los alimentos que están presentes en nuestra dieta que, pueden ser beneficiosos como preventivo e incluso aumentar la efectividad del tratamiento.
Estamos a medio paso de alcanzar los meses más calurosos, pero aún estamos a tiempo de consumir las flores más grandes que nos aporta la horticultura, las crucíferas. Col, col lombarda, col rizada, col china, col romanesco, coles de bruselas, coliflor, brócoli, colinabo, repollo, grelos, rábano y nabo.
Las crucíferas contienen betacarotenos, vitamina C, selenio y vitamina E, potentes antioxidantes que ayudan a prevenir el daño celular producido por los radicales libres. Bloquean el potencial cancerígeno de gran número de sustancias especialmente peligrosas y que podrían provocar cáncer a largo plazo.
Contienen glucosinolatos, los más investigados en el cáncer son el Indol-3-carbinol (abunda en la coliflor) y el sulforafano (en el brócoli) por sus propiedades anticancerosas. Los glucosinolatos confieren el fuerte olor y picante sabor de estos vegetales.
Es muy importante masticar bien estos vegetales ya que al romper la pared celular entra en acción una enzima llamada mirosinasa que convierte los glucosinolatos en isotiocianatos, los verdaderos agentes anticáncer.
Son útiles para prevenir y tratar el cáncer. Evitan que las células precancerosas se expandan, impiden la aparición de nuevos vasos por los que podría progresar el tumor, estimula el sistema inmune para que elimine las células tumorales, regulan los niveles de estrógenos circulantes en sangre (importante para prevenir el cáncer de mama) y actúan como desintoxicantes, activando nuestros sistemas antioxidantes.
Las crucíferas no sólo son beneficiosas para prevenir el cáncer, también son capaces de aumentar la supervivencia en pacientes con cáncer y evitar la recidiva.
Se aconseja el consumo de tres veces por semana de crucíferas para poder beneficiarnos de sus efectos. Lo ideal es consumirlas crudas, cocinadas al vapor o en un wok ya que si hierven a alta temperatura el sulforafano puede destruirse, por lo tanto, si la hervimos, no más de diez minutos y el agua de cocción es conveniente consumirla ya que parte del glucosinolato estará en el caldo.
De todas las crucíferas la que mayor capacidad anticáncer presenta es el brócoli. Así que, os invito a incluir semanalmente brócoli y cualquier otra crucífera en vuestra dieta.