El cerebro, órgano que representa únicamente entre el 2 y el 3% del peso corporal en el ser humano puede llegar a consumir hasta el 20% de la energía que obtiene de lo que ingerimos. Para su funcionamiento básico el cerebro necesita oxígeno y glucosa, pero para el desarrollo de funciones que tiene su sede en el cerebro, como la memoria, la concentración o el pensamiento necesita otros nutrientes. Por lo que, una alimentación desequilibrada, carente en vitaminas y minerales puede conducir a la manifestación de síntomas como la apatía, la irritabilidad, el nerviosismo, el cansancio, la falta de atención, los fallos de memoria, la concentración e incluso la depreciación.
El nutriente que utiliza preferentemente el cerebro es la glucosa para llevar a cabo sus funciones, convirtiéndose en un nutriente esencial. Un nivel inadecuado de glucosa nos proporciona síntomas como fatiga, falta de concentración, mal humor, irritabilidad e incluso mareos. El cerebro sería el último en quedarse sin su suministro energético por lo que el organismo activa mecanismos que reducen la concentración de glucosa en otros tejidos para saciar las demandas del cerebro.
Muchos de nosotros hemos experimentado algunos de estos síntomas, como por ejemplo, en momentos prolongados de atención plena o en trabajos de alto rendimiento cerebral acompañado de un ayuno prolongado, 5 horas o más, notamos una falta de energía, bajo rendimiento intelectual, apatía…. Esto es debido a la presencia mínima de glucosa en el organismo.
Para prevenir estos síntomas es necesaria una distribución adecuada de nuestra alimentación en varias tomas (comer 4 o 5 veces al día a horas regulares, y no dejar pasar más de 3 o 4 horas entre comida y comida), ayudará a mantener estable la glucemia. Una de las comidas más importantes, es romper el ayuno nocturno con un desayuno adecuado en el que no nos falten los hidratos de carbono, nutrientes que al descomponerse obtendremos las glucosas necesarias. Esto lo conseguiremos comiendo pan, cereales, frutas, azúcar…. De aquí la relación de un desayuno adecuado y la atención plena en el horario escolar o laboral.
Otros nutrientes que influyen en el buen funcionamiento del cerebro y el sistema nervioso en su conjunto son las vitaminas del grupo B, el triptófano, los ácidos grasos esenciales y el hierro.
Las vitaminas del grupo B que destacan son la B1, B6 y la B12. La vitamina B1 juega un papel fundamental en el metabolismo de los hidratos de carbono, por lo cual su carencia afecta sobre todo a los tejidos que dependen de este suministro energético, como el cerebro. La escasez de esta vitamina puede llegar hasta el extremo de causar depresión. La vitamina B6 interviene en diversas funciones del sistema nervioso, a nivel neuronal, en la correcta transmisión de señales por parte de las fibras nerviosas y llevar la correcta información del cerebro a los músculos. La vitamina B12 interviene en el buen funcionamiento del sistema nervioso, por lo que su déficit produce trastornos neurológicos, por ejemplo neuropatía sensitiva como irritabilidad y depresión. Estas vitaminas abundan en el germen de trigo, avena, soja fresca, carnes, pescados, frutos secos, legumbres, cereales integrales, levadura de cerveza y huevos.
El triptófano, aminoácido esencial, componente de las proteínas que ha de ser aportado necesariamente a través de la alimentación. Su concentración en plasma y en el cerebro es directamente proporcional a la concentración de serotonina en el cerebro, ya que a través de complejos ciclos metabólicos se transforma en serotonina. La serotonina, es un neurotransmisor (mensajero químico) relacionado con el sueño saludable, el estado de ánimo y el buen humor. El triptófano lo encontramos en huevos, lácteos, pescado, carne, legumbres, frutos secos y algunas frutas.
Los ácidos grasos esenciales, el linoleico y linolénico, son necesarios para el desarrollo y funcionamiento del sistema nerviosos y del cerebro por su abundancia en la membrana de las neuronas. Conseguiremos un buen aporte consumiendo aceite de semillas, frutos secos, aguacate, cereales integrales o en suplementos de aceite de onagra o germen de trigo.
Por último el hierro interviene en la función y síntesis de neurotransmisores ya que las células cerebrales lo utilizan para su funcionamiento normal. Por lo que, un déficit de hierro se relaciona con menor capacidad de concentración, de atención, de memoria y menor rendimiento escolar. Los alimentos más ricos en hierro son las almejas, berberechos y similares, levadura, vísceras, carnes sobre todo de caballo, pescado, legumbres, frutos secos y cereales integrales.
Con esta breve descripción podemos analizar que una alimentación adecuada no solo puede afectar a nivel físico sino que nuestra salud mental está totalmente relacionada con lo que ingerimos. Por lo tanto, tenemos que ser cada vez más exigentes con los ingredientes que abonamos nuestro organismo.